sábado, 13 de octubre de 2007

YO AMO A MI CIUDAD


Por fuera cambió pero en esencia es la misma. Tan hermosa, cálida, luminosa y superpoblada en los veranos, y tan fría y mucho menos contemplada en los crudos inviernos.
Le dicen la ciudad felíz. Que mujer no lo sería rodeada de admiradores que le envidian su silueta, delineada por su más soberbio e imponente atractivo: las playas.
Pero Mar del Plata no es sólo sinónimo de mar, verano y turistas sino que cuando los visitantes se alejan salen a la luz las problemáticas de ayer, de hoy y de siempre. El transporte público de pasajeros, las tan esperadas obras del emisario submarino, y basural colapsado siguen siendo la mugre que se esconde debajo de la alfombra, lo más lejos posible de las miradas curiosas de los veraneantes.
Cada intendente miró hacia atrás y visualizó estos “defectos crónicos” de la ciudad, pero ninguno pudo lograr en su gestión la solución a este dilema.
“Se suele decir que si no lo veo no lo creo”. Y cada candidato electo como jefe comunal lo demostró a la perfección con las promesas incumplidas de siempre. “Si no veo” la ferroautomotora prometida en vano desde 1989 “no lo creo”. Sin embargo, el marplatense aún espera la concreción de las obras porque “la esperanza es lo último que se pierde”.